¿Puede una inteligencia artificial tener vocación de servicio público?

Una pregunta incómoda (y necesaria)

Cuando hablamos de inteligencia artificial en la administración pública, hablamos de algoritmos, automatización, productividad, eficiencia... Pero pocas veces nos preguntamos:
¿Puede una IA encarnar —aunque sea mínimamente— los valores del servicio público?

Es una pregunta provocadora. Porque en realidad, lo que está en juego no es solo qué puede hacer la IA, sino qué esperamos que haga, cómo lo haga y a quién sirva en el proceso.

¿Qué entendemos por vocación de servicio público?

No se trata de una fórmula sentimental ni de un cliché administrativo. La vocación pública es:

  • Actuar en beneficio del interés general

  • Tratar a todos por igual, con imparcialidad

  • Explicar lo que se hace y por qué

  • Garantizar derechos y deberes de forma clara

  • Hacer más accesible lo complejo, no al revés

¿Puede una herramienta de IA, entrenada correctamente, programada con principios éticos, contribuir a estos fines?

La respuesta, si se diseña desde dentro de la administración —y no desde fuera para ella—, es .

La IA como facilitadora de derechos

La mayoría de ciudadanos no entienden cómo funciona un expediente. Ni cómo reclamar. Ni cómo saber en qué fase está su trámite.

Una IA bien diseñada puede:

  • Explicar con lenguaje claro qué documentos faltan.

  • Ofrecer simulaciones de plazos, tiempos y recursos.

  • Traducir tecnicismos administrativos a lenguaje común.

  • Detectar incoherencias en tiempo real y evitar retrasos innecesarios.

Es decir: puede actuar como puente entre la administración y la ciudadanía.

Riesgos de una IA sin vocación pública

Una IA entrenada solo con datos comerciales o sin comprender el contexto legal puede:

  • Reproducir sesgos y desigualdades existentes.

  • Automatizar errores masivos sin trazabilidad.

  • Confundir automatización con arbitrariedad.

  • Excluir a quien no se adapta a lo digital.

Por eso no basta con tener IA en lo público: necesitamos una IA formada en servicio público.

Hacia un nuevo diseño institucional

Para que una IA tenga vocación pública, no basta con ser eficiente. Debe ser:

  • Trazable: que podamos entender cómo ha llegado a una conclusión.

  • Explicable: que su lógica se pueda traducir al lenguaje administrativo.

  • Revisable: que sus decisiones puedan ser corregidas.

  • Accesible: que sirva también a quien no domina la tecnología.

No hablamos de sustituir el trabajo público. Hablamos de prolongarlo, extenderlo, reforzarlo.

¿Qué pasaría si lo hiciéramos bien?

Tendríamos:

  • Menos burocracia, sin menos garantías.

  • Más atención ciudadana, sin colapsar agendas.

  • Más seguridad jurídica, sin saturar técnicos.

  • Una administración más confiable, más comprensible y más respetada.

Una IA con vocación pública no reemplaza al técnico: le da voz, contexto y tiempo.

Conclusión

No, la inteligencia artificial no tiene alma.
Pero puede tener misión, si se diseña desde la ética, la legalidad y la vocación de servicio que sostienen la administración pública desde hace siglos.

Consistorio AI no propone una IA para ayuntamientos.
Propone una IA pensada desde dentro de lo público, para mejorar lo público y respetar lo público.

Y eso también es, en esencia, vocación de servicio.

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La IA no viene a sustituir funcionarios. Viene a cuidar su tiempo.